13.5.12

Del autor al lector: Las tramas ocultas, según Soriano

"Napoleón fue un gran hombre por el sólo hecho de mandar a fusilar a un editor. El asunto me vino a la cabeza en un bar de Montevideo cuando uno de ellos me confesó que había hecho imprimir varias ediciones piratas de mi libro No habrá más penas ni olvido."
Este párrafo es el puntapié inicial elegido por Osvaldo Soriano para comenzar su artículo titulado "Escritor corsario, editor pirata" publicado originalmente en las viejas contratapas de Página12 [1]Y así como Soriano recordó a Unseld en el encuentro cercano con "su" editor, yo no pude dejar de pensar en él al contemplar el inmenso despliegue de las editoriales en la Feria de Internacional del Libro 2012. Es que durante su trayectoria El Gordo ha puesto en evidencia en varias ocasiones lo que no se ve, el lado oscuro de la aparentemente tranquila pero -en realidad- tormentosa relación autor-editor.
Amo los libros, pero ocurre que ya no me resulta posible volver a encontrar la misma mirada festiva e ingenua que hace algunos años tenía al visitar la muestra. Porque, más allá del verdadero acontecimiento cultural que La Feria representa, se trata de un evento organizado por la industria y el mercado editorial, con todo lo que eso implica. Y ya las cosas no son igual, aunque muchos se esfuercen en mantenerlas. La crítica feroz y ácida de Soriano de hace una década sobre buena parte de los editores se comprende y se extiende hoy al contemplar los esforzados y forzosos intentos de la industria por mantener un modelo de "difusión de la cultura" (venta) insostenible en la era digital. Y no estoy hablando de la incorporación de medios electrónicos que, obviamente, son y serán muy bien recibidos por todos, sino de las restricciones que el manejo actual de los derechos de autor impone a la cultura en favor de la industria editorial. Derechos que en la práctica no defienden al autor y su aporte a la cultura sino a los editores y a su enorme negocio [2].

Es verdad, sería un poco temerario interpretar lo que Soriano pensaría ante el nuevo paradigma digital y sus consecuencias en la industria editorial: lamentablemente el querido Gordo no está para conversar y opinar al respecto. Pero sabemos que es posible que lo haya intuido, que la haya visto venir, ya que se defendía bastante bien con las nuevas tecnologías y llegó a ver con algo de asombro los comienzos de Internet. No, no voy a poner en boca de Soriano algo que no haya dicho. Pero leyéndolo un poco y conociendo sus opiniones acerca de los personajes que habitan la industria del libro, creo que podemos estar bastante seguros de que contemplaría con una amplia sonrisa -y disfrutando el sabor a revancha- el espanto con que los editores ven -o no ven- cómo el gran negocio se rebela y parece escapar de sus manos.

Soriano escribió con su particular estilo y citando a otros autores para exponer claramente la compleja relación de amor y odio, de rechazo y necesidad que desde siempre (pero no para siempre) marcó al proceso de edición de un libro, la publicación de la obra escrita por un autor. "Del autor al lector" dicen, pasando totalmente por alto la trama. Pero entre ese comienzo y ese final, la verdad es que hay mucho, pero mucho más para decir. Y Soriano lo cuenta...

Manual de estilo
Sobre la ética y y las estrategias empresariales del "negocio" editorial, el Gordo se despacha de la siguiente manera:
"A Roberto Arlt le rechazaron 'El juguete rabioso' y tenía que escribir una columna en un diario para vivir con decoro. Horacio Quiroga cobró 3.800 pesos entre 1910 y 1916. Sólo 51 por mes cuando un empleado de banco ganaba más de doscientos."
 [...]
"Yo conozco una editorial de Buenos Aires que le descon­tó al autor en un solo año y del mismo título (el contrato se lo permitía, es verdad), 655 ejemplares aparentemente «dona­dos» a la prensa. Me hablan de otra que hizo compartir a sus autores el arancel del registro de ediciones en la Cámara del Libro. Son bagatelas para el autor (¿lo son?), vejaciones olvi­dables, pero si el editor hace lo mismo con cien títulos se habrá ganado varias decenas de miles de dólares. Lo suficien­te para pasar al nuevo modelo de coche importado. Cuando cien autores pierden cien dólares cada uno, el editor se ha ganado diez mil."

Vendiendo el alma al diablo

"Ya en el siglo XVII Goethe había lanzado rayos y centellas contra los editores, en ese tiempo llamados «libreros»: «Todos son hijos del diablo, para ellos tiene que haber un infierno especial». Y otro clásico alemán, Hebbel: «Es más fácil caminar con Jesucristo sobre las aguas que con un editor por la vida»"
Aprovechando la referencia a Goethe, podemos pensar que así como Fausto vendió su alma al diablo para obtener conocimiento y placer, por mucho menos que eso algunos autores que se someten a veces a tratos humillantes sin chistar. Hay que recordar que, hasta ahora, no había otra posibilidad para un escritor que deseaba publicar su obra, que participar del juego. Pero hoy el asunto comienza a ser diferente. Debe ser diferente. Un autor no debe verse obligado a entregar a un demonio su vida y su obra a perpetuidad para poder lograr alguna posibilidad de trascendencia. Un escritor no debe tener que someterse,por ejemplo, a estas vejaciones:
"Cualquier escritor conoce esos contratos preparados por la editorial en los que, a cambio de la publicación, la empresa se queda con una buena tajada de sus derechos de autor cedi­dos «de por vida y por las de sus derechohabientes». Derechos de edición, traducción, cine, TV, radio, y todo otro medio de difusión, incluso «aquellos que puedan inventarse en el futu­ro». En los archivos de tribunales hay una buena colección de estos honestos contratos a la espera de una nueva legislación. Como no es fácil publicar un primer libro, el escritor debutante suele estar dispuesto a entregar el alma al diablo con tal de ver su obra en la mesa de una librería. Tarde o temprano lamentará su desliz de juventud. Todos los veteranos lo saben."

El copyright como patente de corso

Se llamaba corsarios a los navegantes que, gracias al permiso concedido por un gobierno en una carta de marca o patente de corso, capturaban y saqueaban el tráfico mercante de las naciones enemigas a ese gobierno [3]. O sea, piratas que tenían un permiso legal y protección para robar. Cualquier similitud con alguna historia aquí presente es una simple licencia literaria...
"Elegantes o proletarios, ya entonces la costumbre era no pagar o malpagar. Hacerlos ir y venir de una semana a la otra, a veces meses o años, para al fin mostrarles una planilla con el saldo en blanco. Recién en 1933, el Congreso votó una ley sobre derechos de autor que obligaba al editor a distribuir los libros estampillados, numerados o firmados por el autor para evitar suspicacias. El texto, reglamentado un año después, fue boicoteado y rechazado por los editores que pronto lograron un fallo judicial favorable a su causa. Según uno de ellos, la firma del autor podía «manchar y ensuciar los libros»."

Últimas palabras

Para finalizar, Soriano nos trae el pertinente mensaje final de Emilio Salgari, el prolífico autor de varios de los héroes de su infancia:
"Naturalmente, hay editores honestos y todo el mundo los conoce, pero son tan escasos como las almas en el cielo. A los otros, a los piratas, no hay Sandokan que pueda derrotarlos. Por eso un escritor italiano que conmovió a varias generacio­nes de jóvenes les mandó esta carta, horas antes de suicidarse en 1911, a los 48 años:

«A mis editores: ustedes se han enriquecido con mi piel, me han tenido a mí y a mi familia continuamente en la miseria y aun más que eso. Les pido solamente que, en compensación de cuanto les hice ganar, piensen ahora en pagar mi funeral. Los saludo quebrando la pluma.» 

Firmaba Emilio Salgari, autor de «El corsario negro»."

Bonus track

(via www.bea.org.ar) 
El periodista Jorge Lanata y la producción de su programa en Radio Mitre organizaron un debate al aire entre dos posturas antagónicas en materia de propiedad intelectual. Por un lado, el escritor Marcelo Birmajer, a quien se conoce por su defensa pública del sistema de copyright y por otro, Beatriz Busaniche, de Fundación Vía Libre. El debate duró poco más de 20 minutos y se puede escuchar aquí. También está disponible en el blog Derecho a Leer.

Para escuchar:
   

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Para leer más:
Rebeldes con causa: La difícil relación entre copyright y educación
Creative Commons: La alternativa para compartir y crear
Cambalache digital ¿Todo es igual?
Hernán Casciari: Del autor al lector (¡pero posta!)
www.derechoaleer.org: De qué NO viven los escritores

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[1] Recopilado en "Piratas, fantasmas y dinosaurios" Seix Barral Biblioteca Soriano, 2011
[2] Del precio de tapa de un libro, aproximadamente sólo un 10 % queda para el autor.
[3] Fuente: Wikipedia

1 comentario:

  1. Sabés Ricardo que este tema me puede, yo creo que la cultura también es un campo de conflicto y de lucha donde se libran estas batallas. Me hiciste pensar en el concepto de industria cultural, que evidencia que los objetos culturales están también a merced del mercado, acá además, se me juntan los políticos apoyando a estos editores, esquivando la necesidad urgente de cambiar las leyes (no todos, seguramente, escribo desde la calentura). Pero de a poco veo que más y más gente piensa sobre estas cuestiones y las debate y las re-piensa.
    Para terminar: piel de gallina al leer lo de Salgari.

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