Mucho de esa fascinación se debía a que la geografía escolar, el Barrio de Belgrano, formaba parte de los escenarios de la historia. Veíamos a los cascarudos en la General Paz, en River, al "Mano" en Barrancas, a nosotros mismos invadidos por la fantástica aventura. No veíamos las segundas lecturas -gracias a dios-. Nos bastaba con ver sencillamente lo que la inocencia y la irresponsabilidad inimputable de nuestros catorce años en esas épocas de plomo querían: la magia de un buen cuento, el hechizo de una buena historia. Esa a la que, a esta altura del camino, cuesta tanto encontrar para volver a entregarse.
Luego nos tocó crecer y saber. Saber la historia detrás de la historieta. Aprendimos que significaba "desaparecido" y que Oesterheld era uno de ellos. Y que "Los Otros" realmente existían, no eran extraterrestres, pero destruían y mataban. El viernes pasado murió el otro de los magos, Solano López.
¿Cuadrito de FIN? Eso jamás, por siempre CONTINUARÁ...
Juan Salvo, un hombre común en circunstancias extraordinarias |
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