El viernes 2 de abril de 1982 yo tenía 15 años. Como todos los días, nos levantamos muy temprano para ir a la escuela. Pero no era un día más. Por la razón que fuera, era uno de esos días que para todos los argentinos sería imposible olvidar.
En esa mañana fría y húmeda, las noticias en la radio y la televisión eran, por lo menos, inquietantes. Los militares golpistas que en ese entonces gobernaban ilegítimamente el país, habían decidido recuperar la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas -en manos de los ingleses desde 1832- mediante una acción militar. El reclamo soberano era -y sigue siendo- una causa justa y popular, pero manipulada por un gobierno autoritario, violento e ilegal.
Ante la inminente respuesta inglesa, muchos jóvenes fueron convocados como soldados para defender las islas.
Eran adolescentes, casi chicos, que, con unos pocos años más que yo, debieron dejar a sus familias, marchar a las islas, tomar armas y pelear.
Eran adolescentes, casi chicos, que, con unos pocos años más que yo, debieron dejar a sus familias, marchar a las islas, tomar armas y pelear.
Seiscientos cuarenta y nueve argentinos murieron en las islas durante la guerra. Por suerte, muchos otros pudieron regresar. Pero ya nada fue igual. Heridos en el cuerpo y en el alma, esos jóvenes convertidos en hombres, sufrieron al no poder retomar sus vidas, al no encontrar en sus compatriotas el reconocimiento y respeto, que por su sacrificio merecían.
Más de trescientos cincuenta ex combatientes se quitaron la vida luego del conflicto, víctima de sus traumas y del olvido, del abandono, de la soledad [1].
Más de trescientos cincuenta ex combatientes se quitaron la vida luego del conflicto, víctima de sus traumas y del olvido, del abandono, de la soledad [1].
Y es que la guerra no es como en las películas, la sangre es real. Las armas no son juguetes. Los videojuegos mienten, en la guerra no se ganan más vidas matando más. Eso no existe. No hay guerra sin miedo, sin dolor, sin muerte, sin destrucción.
Ante la derrota, durante algún tiempo algunos argentinos quisieron, injustamente, que todo lo sucedido quedara en el olvido. Personalmente, nunca pude dejar de pensar en lo que esos chicos habían dado. En sus muertes, en sus vidas golpeadas, en todos sus sueños, arrasados por una guerra que nunca debió suceder.
Pero hoy nuevamente estamos aquí para recordar.
Para recordar que la guerra sólo trae muerte y destrucción y que debemos luchar por la paz.
Para recordar que las Malvinas son Argentinas; hoy más que nunca por los caídos en la guerra que descansan en su suelo.
Para recordar el sacrificio de todos esos jóvenes soldados, los que ya no están y los que pudieron volver. Porque de diferentes maneras todos dieron sus vidas y ofrendaron sus sueños por nuestra patria.
Por favor, nunca, pero nunca, los debemos olvidar…
(Mis palabras, de corazón, en el Día del Veterano y de los Caídos en Malvinas)
Trailer de "Iluminados por el fuego" de Tristán Bauer (2005)
[1] El número ha crecido con los años hoy se calcula que son alrededor de 500 los ex combatientes que se quitaron la vida o que la perdieron en confusos accidentes después de la guerra.
Tus palabras sobre malvinas realmente me emocionaron, tu blog me parece muy interesante y muy bien planteado
ResponderEliminarMuy lindo tu blog, y muy bueno lo que escribiste!
ResponderEliminarMuy bueno el blog, excelentes y sentidas palabras ¡
ResponderEliminarNidia